miércoles, 11 de enero de 2012

ESTUVE EN EL DESIERTO DE LA TATACOA



LA BOTA


LAS TORRES GEMELAS (ZONA DE LOS POZOS)



EL ALTAR (REGIÓN DE LOS POZOS)

LA PISCINA ( ZONA DE LOS POZOS)

LA PISCINA (ZONA DE LOS POZOS)


MANANTIAL EN EL OASIS ( ZONA DE LA PORTADA DEL SOL)
EL OASIS ( LA PORTADA DEL SOL)


MATA DE GUADUA DEL OASIS ( LA PORTADA DEL SOL)


PALMERA DEL OASIS ( PORTADA DEL SOL)


ÁRBOL DE TOTUMO EN EL OASIS ( LA PORTADA DEL SOL)


LAGARTIJAS DEL OASIS ( LA PORTADA DEL SOL)

VALLE DE LOS XILÓPALOS ( LA PORTADA DEL SOL)


XILÓPALO 


XILÓPALO


XILÓPALO

LABERINTOS  (EL CUZCO)

ESTUVE EN EL DESIERTO DE LA TATACOA

 La decisión de visitar EL DESIERTO DE LA TATACOA ya tenía bastante tiempo de estar considerándola; en los primeros días de 2012 hicimos unas llamadas a los números de celular que aparecen en la red sobre las personas que brindan servicios a turistas en el desierto  y muy temprano en la mañana, después de los preparativos pertinentes,  emprendimos el viaje desde Bogotá hacia Neiva (Huila –Colombia) por una carretera en excelente estado; cerca del medio día estábamos almorzando en dicha ciudad y aproximadamente a la una de la tarde estábamos en Villavieja; después de algunas preguntas a los residentes  y de constatar que los mapas de Google están ligeramente imprecisos, emprendimos la entrada al desierto.
El primer sitio  y puerta de entrada, es “el observatorio”, sitio dirigido por el astrónomo Javier Fernando Rúa, un hombre de baja estatura, amplia sonrisa,  amabilidad desbordante y excelente memoria; su profesión y experiencia como docente y conferencista le permiten exponer  de forma asombrosa todo lo relacionado con constelaciones y demás cuerpos celestes, además de manejar de forma muy paciente y respetuosa algunos comentarios y comportamientos impertinentes por parte de los asistentes.
A partir de este sitio y  a lado y lado de la carretera se aprecian diversas formaciones caprichosas, hechas por el agua y el viento sobre un terreno de coloraciones diversas; muchas de ellas nos permiten evocar intrincadas estructuras laberínticas, altares, castillos, torres, hondonadas y cañones; unas, bautizadas  por residentes y ajenos con nombres asociados a su forma  (la bota, el castillo, las torres gemelas) y otras, producto de los mitos y leyendas de la región ( el paso de la señorita y el paso de la culebra), entre otros.
Realmente el desierto de la tatacoa no es muy grande, ni es de arena, como la concepción del término desierto; pero tiene la suficiente magia y belleza para atraparnos. Es una zona semidesértica (con predominancia de zonas áridas) con bastantes lunares de vegetación, y arbustos nativos, como: cujíes, caguanejos, crucetos, pelás, diversas variedades de cactus, cabezas de negro y otras plantas espinosas adaptadas a las altas temperaturas y escasa disponibilidad de agua, (aprovechados por manadas de chivos, quienes las usan como alimento). De tierras arcillosas y franco arenosas  (como “el Cuzco”) y otras con rocas grisáceas (como “los hoyos y el valle de los xilópalos”). Tampoco es tan seco como se espera, andando sus valles y hondonadas es común hallar cavernas húmedas y pequeños nacimientos de agua que en invierno se van juntando, rodando y horadando la roca gris, formando estrechos cañones, hasta hallar zonas arcillosas donde son absorbidos o se pierden para aparecer metros más adelante.
El recorrido por “el valle de los xilópalos” lo hicimos en compañía de Alejandro Niño, un adolescente de 12 años que conoce todas las historias y caminos, lo que le permite actuar como guía  y a quien encontramos en uno de los parqueaderos; ¿Ya fueron al valle de los xilópalos? – nos preguntó – con un acento muy opita, a pesar de estar allí solo tres años por haber llegado de Cali.  Nos citamos para el siguiente día a las dos  de la tarde. Alejandro nos llevó por sitios donde nos enseñó heces fosilizadas de dinosaurios, según él, y por difíciles y angostos cañones de aproximadamente 5 a 10 metros de alturas donde solo puede ir de una persona a la vez (“el paso de la culebra y el paso de la señorita”), allí, el agua a erosionado el terreno y expuesto a la luz en diversos sitios, grandes trozos de arboles petrificados como una muestra de lo enormes que una vez fueron.
Sobre la zona más alejada del desierto, de acuerdo a la ruta, están “los hoyos” y un poco más allá “la portada del sol” con su magnífico “oasis”; estas dos posadas, poseen la cúspide del asombro para un turista que viene de sorpresa en sorpresa, disparando el flash de su cámara a todos lados con lo impresionante del terreno; modelando en cada promontorio, caverna, torre o laberinto; guardando el máximo de archivo fotográfico, con mi mismo temor, “ que las palabras no sean suficientes” .
En  “Los hoyos” aparecen abajo, en la profundidad de la hondonada de difícil acceso y con escaleras hechas con llantas de carro; dos pequeñas piscinas para uso del público, de aguas de color  azul grisáceo (como la roca de donde emanan),  una para adultos de 1,60 metros de profundidad y otra menos profunda, para niños; hechas  sobre la roca a punta de pico y pala con la astucia de los nativos del desierto de la tatacoa, acostumbrados a luchar  con lo difícil, estos, que encuentran agua y la conservan, porque así lo hicieron los padres de sus padres, porque es la herencia que se niegan a perder, aun sin conocer mucho sobre el calentamiento global, así han sido siempre.
En “la portada del sol y su oasis”, encontramos a Miguel Ángel González; un campesino, gente buena y humilde, Villaviejuno de cincuenta y tantos años, poeta y compositor; él y su hermano no vacilan un momento para sacar su guitarra e interpretar al turista temas de su autoría y alusivos al desierto de la tatacoa, a sus mitos y leyendas, a sus viejos habitantes y sus litigios por linderos; poemas que Miguel recita con el placer y la satisfacción de aquel que siente que hace las cosas bien, porque le gustan. “La portada del sol”, cerca “al valle  de los xilópalos”, propiedad de los González, herencia de sus tatarabuelos; posee la mata de monte más grande del desierto, una posada con baño privado y cocina; rodeada por  monte nativo que ofrece una frescura especial, donde todo es verde, sombreado, como en otro mundo, otro clima de donde el turista no desea salir, tan increíble que hay que verlo para saberlo verdad. Lucero, una hermana de la familia, nos lleva a conocer su oasis, con el orgullo expresado en el brillo de sus ojos claros, nos muestra las  antiguas ceibas ( con más de 200 años), cauchos, palmeras y matas de guadua de un amplio terreno donde se pueden apreciar a simple vista iguanas, diversas aves y lagartijas, varios oscuros y profundos manantiales de agua que son la base de sus sueños como futuros empresarios del turismo y que la falta de dinero a truncado; además ostentan con una sana vanidad, un cultivo de papayas que hay que regar cada día  así sea  con un tarro de agua a cada árbol cuando no hay gasolina para las motobombas,,, y todo esto en un desierto, a más de 35 grados Celsius, en un sitio privilegiado para observar las estrellas,  donde hay que ir a  aprender, a hacer mucho con muy poco (el concepto de productividad que ellos manejan de antaño).
Si desea ir al desierto de la tatacoa y es amigo de la comodidad separe con anticipación una posada o cabaña.
De otro lado puede pasar las noches  en una carpa, escoja un buen terreno abrigado del sol y el agua, si llueve, que la carpa no esté en el camino de los pequeños arroyos que se forman o en terrenos fangosos; preferiblemente hágalo con alguien que tenga experiencia en campismo, esto será un garante de unas mejores noches en el desierto de la tatacoa.

PARA MAYOR INFORMACIÓN CONTACTE A MIGUEL ÁNGEL GONZALEZ “LA PORTADA DEL SOL”.

MOVIL: 310 2503443       3125337665

ELABORÓ: LUIS EDUARDO GUTIERREZ.             BOGOTA           ENERO 9 DE 2012

LOS TEXTOS Y FOTOGRAFÍAS TIENEN LIBRE USO, RESPETANDO LA MENCIÓN DEL AUTOR







1 comentario:

  1. Que fotos tan bonitas!! ese sitio es fenomenal! me gustaria ir a visitarle!!!

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